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19 mar 2008

CARTAS DESDE BAGDAD

Bagdad, 19 de marzo de 2008
9,00 (hora iraquí) Los políticos en activo tienen tendencia a no reconocer sus equivocaciones. Se aferran a sus decisiones e intentan convencer al público de que son las únicas posibles, las más aconsejables o las menos malas.
El presidente de Estados Unidos, George W.Bush lleva cinco años defendiendo su postura en relación a la invasión de Iraq aunque ha aceptado que las principales razones que utilizó (armas de destrucción masiva y conexiones de Sadam Husein con Al Qaeda) eran falsas.
Si están en plena carrera electoral, como Hillary Clinton, llegan a anunciar un cambio de postura táctico. “Si hubiera sabido lo que sé hoy seguramente no hubiese apoyado la invasión de Iraq”, ha dicho la candidata demócrata.
Si no tienen necesidad de estar en la arena política y las pruebas concluyentes demuestran que tomaron decisiones erróneas se refugian en el silencio y evitan echar más leña al fuego con nuevas declaraciones.
Por eso me resulta incomprensible las declaraciones del ex presidente, José María Aznar a la radio estatal británica en referencia a su decisión no solo de apoyar a Bush y a su “perrito faldero” (ha recibido acusaciones de este calibre en su país) Tony Blair en la desastrosa aventura de Iraq sino de formalizar una alianza a tres bandas en las Azores que ha perjudicado seriamente a la imagen de nuestro país en el mundo y a su propio partido en España.
"Actuaría de igual modo. Aunque fue un momento difícil para mí, mi convicción, mi conciencia y mi mente están claras" ha explicado sin concesiones para la duda después de insistir en que se tomó “la decisión correcta".
Se le ha olvidado decir que lo hizo contra la voluntad del 90% de los españoles, incluidos varios millones de votantes de su partido.
Prefiero la actitud de Michael Ignatieff, ex profesor de las universidades de Cambridge, Oxford y Harvard y hoy diputado y vicepresidente del Partido Liberal de Canadá que ha reconocido su error de apoyar la guerra y ha escrito un brillante artículo de mea culpa.
Ignatieff, autor de un gran libro llamado “El honor del guerrero”, confiesa que “he aprendido que, para tener buen juicio en política, hay que reconocer los errores” y que “aprender de los fracasos es tan importante como explotar los éxitos”.
También considera que “los políticos no pueden permitirse el lujo de refugiarse en el mundo interior de sus propias suposiciones y no deben confundir el mundo existente con el que les gustaría que fuese”.
Y recuerda que “en la vida política, las ideas falsas pueden arruinar las vidas de millones de personas”.

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